CUIDÉMONOS DE LA PRESIÓN
VERBAL.
Luis E. Rengel Avilés.
A
veces en nuestros diálogos
sobre negocios y
sobre servicios por
realizar, se escucha
una consideración muy
típica: “Eso ya
esta hablado”. Mediante
la cual se
considera existe una
obligación pendiente por
cumplir.
Dentro de
la sabiduría de nuestros
abuelos, hace ya
varias décadas en
nuestro mundo hispanoamericano, se
manejaba una afirmación de
sumo interés: “La
palabra empeñada vale
mas que un
documento escrito”. Según
algunos historiadores se
deriva de la
afirmación “Palabra de
Creyente”, común
entre los caballeros
musulmanes que habitaron
la Península
Ibérica
durante siete siglos, y
sin lugar a
dudas se refiere
a una práctica
muy relacionada con el Honor Individual.
Sin
embargo, también corresponde
a una realidad
histórica, el analfabetismo
era una condición
social muy amplia
en el pasado.
Por consiguiente en una
región donde solo
el 10% o
menos de la
población estaba alfabetizada,
o en una villa
donde solo el sacerdote y
el escribano del pueblo
sabían leer y escribir, esta
práctica tenía la mejor razón
para aplicarse. Además
una “palabra empeñada”
era siempre el
producto de una concertación
entre iguales, o
sea solo se
definía después de que un
grupo de honorables caballeros
se reunían a
dialogar libremente sobre
un tema de interés
común, a partir
del cual al
final fijaban un
compromiso personal: El Pacto
de Caballeros. ¡Que
tiempos los de
antaño!
Por consiguiente no
se puede pretender
que esta práctica
pueda surgir, y
menos en la
actualidad, de una instrucción
verbal. Una instrucción
es un recurso
mediante el cual el
superior se dirige
al subalterno, de tal
forma que se puede
solicitar verbalmente a la señora
que barre el
piso o al
señor mesonero que cumplan
su función. Pero
sí se pretende
adelantar una racional
práctica gerencial esto
sería inadmisible, pues
aquí solo tiene cabida
la instrucción escrita.
Además,
toda instrucción debe
estar referida a una norma,
a un reglamento,
a un Manual
de Procedimientos, o
al menos a
una concertación previamente
aceptada y expresada
en un acta o convenio firmado.
De
no ser así,
se podría derivar
hacia un vicio
en procedimientos
gerenciales: La Presión
Verbal. La cual sí se
aplica en el
simple trato interpersonal
define un Abuso de
Confianza, pero sí se manifiesta
en forma ejecutiva
ya pasa a ser un Abuso
de Autoridad, lo
cual afecta y
empobrece la función
de cualquier institución.
Se
debe estar alerta
ante estas prácticas,
pues la “palabra empeñada” no
puede proceder de una
presión verbal; y
sobre la frase
“eso ya esta
hablado” debemos estar
conciente de la
forma y manera como se
generó, pues podría
provenir de
una presión verbal
esbozada.
El
trato entre ciudadanos
requiere de un
continuo respeto mutuo, de una aceptación
de nuestra individualidad. Así
como no podemos
juzgar a los demás en
base a chisme
y murmuración, tampoco
debemos practicar ni
aceptar presiones verbales, pues
todas estas son
formas de manipulación que
tienden a menoscabar
nuestra personalidad.
Tomado de Boletín EL CABALLERO,
Rotary Santiago de Los
Caballeros, Distrito 4380, Mérida, Edo. Mérida.
Vol. 4 No. 1, Julio 2010, Pp.
9.
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